Tras perder un brazo por una explosión en una trampa hace un año, el joven recibió ayuda de una fundación para mejorar su calidad de vida. Esta es la historia.
El 2 de septiembre de 2019, Jáider, un indígena de la etnia emberá-chamí del resguardo de Peñas Blancas, en Riosucio, Chocó, fue víctima de una mina antipersonal que destrozó sus manos.
Cuenta que estaba estudiando y pidió permiso a su profesor para trabajar en la comunidad de Peñas Blancas. Llevaba 15 días trabajando. Fue a la comunidad y después, a las cuatro de la tarde, llegaron los paramilitares. “Empezaron a quemar tiros, a coger pollos y sacar comida de las casas. De ese susto, con mi novia y mis amigos nos tiramos al monte”, narra el joven.
Jáider recuerda que duró tres días perdido sin nada que comer, pero en el camino consiguió una “caleta” de comida. Su error –recuerda– fue buscar el alimento para compartirlo con sus compañeros.
“Les dije a mis compañeros que esperaran adelante, que yo sacaba lo que íbamos a comer. Ellos se fueron y cuando yo fui a coger eso, sentí como una telaraña; pues cuando halé, explotó. Desde ahí perdí el conocimiento y cuando desperté ya me tenía la Cruz Roja limpiándome”, relata.
El joven indígena fue trasladado al Hospital de Bahía Solano y de ahí a Bogotá, en avión, al Hospital Simón Bolívar. Cuando despertó y se dio cuenta de lo que había ocurrido, su mundo se vino abajo.
“Fue muy feo para mí, pensé en quitarme la vida”, confesó Jáider, quien en ese momento tenía 18 años.
Pero un año después, la esperanza volvió a su vida gracias a unos dispositivos de apoyo impresos en 3D que le donó la Corporación Suyay, una fundación dedicada a desarrollar soluciones técnicas en 3D para la salud.
Jáider recibió sus dispositivos de manos de Yusef Muñoz, fundador y director de la Corporación Suyay, y aunque es un joven callado y poco expresivo, esta vez no ocultó su emoción.
“Ha sido un año en el que he estado esperando, me siento orgulloso, feliz, emocionado, porque voy a tener dispositivos de apoyo… gracias a los que han apoyado y a los que me brindan una nueva esperanza para mí: mis dispositivos de apoyo, con ellas puedo hacer muchas cosas. Superchévere, me siento feliz”, dijo Jáider.
Él se visualiza como un artista, un músico de reggae, pero sus letras serán en español y en su lengua nativa, emberá. “Quiero ser músico para ser representante y líder de las víctimas, dando un ejemplo de que a pesar de todo nunca nos dejemos llevar por lo que nos pasa”, subrayó.
Y añadió: “Estoy estudiando fuerte para de aquí a mañana, con la ayuda de Dios, la otra semana empezar a grabar mi primer álbum; a ver cómo me va, todo me saldrá bien”, recalcó.
Este nuevo inicio de Jáider fue gracias a donaciones de personas en Medellín y al trabajo de la Corporación Suyay. Cuando conoció el caso del joven indígena, Yusef Muñoz fue hasta el albergue donde se encontraba, llevó dispositivos de apoyo para enseñarle y le explicó cómo sería todo el proceso, algo que llamó mucho su atención.
“Desde ese momento nos pusimos en la tarea de buscar los recursos. Una vez estuvo listo eso, el paso a seguir era esperar que los muñones se curaran y cicatrizaran bien. Cuando todo esto ocurrió, casi un año después, se entregaron los dispositivos de apoyo”, dijo Muñoz.
Hoy, con apenas unos días de usar sus dispositivos de apoyo, Jáider asegura que “está superfeliz”, haciendo sus terapias y adaptándose a su nueva vida.
Además de recibir sus “nuevas manos”, Jáider recibirá terapia ocupacional y psicológica, pues debe aceptarlas, adaptarse correctamente a ellas y aprender cómo y cuándo usarlas.
La innovadora técnica de impresión 3D está revolucionando la manera de fabricar dispositivos de apoyo (y una infinidad de cosas más). Entre las bondades de este método aún desconocido por muchos (fabricación por adición, donde un objeto tridimensional es creado mediante la superposición de capas sucesivas de material), se cuenta la reducción de tiempos, costos, facilidad en diseños y ensamblajes, entre otros.
Según explicó Yusef Muñoz, un dispositivo de apoyo comercial, de gancho, hecha con un material que se llama polipropileno, “un material durísimo –pesa 1,5 kilogramos– puede costar hasta 5 millones de pesos (unos USD1.300) y tardar un mes en hacerse”.
En cambio, un dispositivo de ayuda como los que fabrica Suyay, si está la maquinaria libre y todo disponible, incluidos recursos, en un solo día puede estar lista y pesar apenas entre 180 y 500 gramos.
“Las nuestras están hechas de ácido poliláctico (PLA), que es un almidón de maíz, lo que permite que el niño o la persona, si durante el primer año sube de peso, puede utilizar una pistola de calor y ampliar el dispositivo, o si adelgazó, pues se recoge un poco”, detalló.
Además, este proceso es “totalmente amigable”, porque el material que usan es biocompatible (no causa ninguna reacción en el paciente) y biodegradable, porque viene del almidón de maíz. “Si tú dejas este dispositivo en el patio de tu casa un mes a la luz y al agua, se rompe y se empieza a degradar”, precisó.
Adicionalmente, este tipo de dispositivos de ayuda no tiene costo para los beneficiarios o pacientes, si acaso tienen dificultades económicas, pues son donaciones a través de empresas y personas naturales que apoyan el proyecto.
Así como Jáider, todas las personas que reciban un dispositivo de apoyo de la Corporación Suyay tendrán terapia psicológica y ocupacional, además de la oportunidad de participar en el diseño de sus propios dispositivos.
El costo de todo el proceso, desarrollo del dispositivo de ayuda y el acompañamiento para una persona, es de aproximadamente 2.500.000 pesos (unos USD653), y dura por lo menos año y medio, dado que los dispositivos de apoyo se deben reajustar con el crecimiento.
Con información de Anadolu.
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